Ney Blanco de Oliveira en la Corte del Rey.
Capítulo XXVIII: El anecdotario del Rey.
Pelé, Pagão y Coutinho |
HÉCTOR: Durante 27 capítulos buscamos, con estas charlas, no sólo contar la historia del Rey del Fútbol sino también, al pasarlas por un embudo, buscamos ejemplos en una personalidad latente y vigente hasta nuestros días. Hemos hablado seriamente de “Pelé”, de las circunstancias provocadas por su tiempo y espacio: todo eso aliado a sus metas, a su querer. ¿Por qué no haces memoria y cuentas anécdotas de la Corte con el Rey?
NEY: En algún momento mencioné que para que exista un gran equipo es necesario un mejor grupo humano. Claro que la Corte y el Rey, en el trajinar, debería de ser un grupo homogéneo en su trato. El propio “Pelé” sabía de eso. Conservando el callado del buen mineiro, participaba de las bromas. Por cierto que esas siempre fueron primeramente manifestadas por el grupo joven de la Corte. Me refiero a Fiote, Dorval, Coutinho, Sormani y “Pepe”. Después, los más antiguos en la profesión, más prudentemente por cierto, entraban en el juego. Entre bromas y bromas, por ahí sucedían cosas serias que podrían afectar la buena comunicación y eso era tratado de inmediato por el capitán del equipo en cualquier cuarto de hotel, o en el centro de la cancha del Santos F.C. Sin buscar un orden cronológico y confiando solamente en la memoria, buscaré contar algunas intimidades del Rey y su Corte. Al tomar importancia internacional, mundial diría yo, por el impacto de tener en sus filas al niño Rey del Fútbol, el comportamiento de la Corte era discreto. Cada quien, aunque prestigiado futbolísticamente no sólo en Brasil sino mundialmente, guardaba una compostura acorde con su papel en la Corte. Aquello de querer ser la gran figura no existía y si algún despistado (que siempre los hay) se desubicaba, era de inmediato llamado de atención. Ya hablé de las raíces del fútbol brasileño, de los portugueses y africanos que son la causa de nuestra idiosincrasia. Si aceptamos que Dios da el frío de acuerdo a la cobija, podemos entender que la Corte y el Rey, dentro de un hotel, en el avión o en cualquier lugar, tenía armas secretas para comunicarse.
HÉCTOR: ¿Cómo está eso de las armas secretas? ¿También fuera de la cancha?
NEY: Claro que sí. ¿Cómo crees que se podía alimentar el grupo humano?
HÉCTOR: Con una que me digas estoy satisfecho.
NEY: El idioma. Todos sabemos que sólo dos países, ahora que las posiciones portuguesas dejaron África, hablan el idioma portugués. La otra, porque los grupos étnicos que conforman la población brasileña y estuvieron y continúan estando, aportando parte muy importante en la formación de Brasil, escribiendo la historia por otra parte, depurando el idioma crearon, inconscientemente, una forma de hablar: el idioma de Camões sintetizado. De ahí que, para hacer una broma, bastaba y bastan dos palabras. Esos eran los dos recursos de la Corte, que discretamente provocaban o hacían bromas en cualquier lugar y circunstancias sin alterar el orden. Por ejemplo: cuando el hijo del Rey Hassan quiso ver jugar al Rey del Fútbol y en el acto ceremonial de banderas e himnos empezó a repartir besos; Coutinho, con esa alegre juventud que Dios le dio, dudando de la masculinidad del príncipe, sólo pronunció una frase: “es fruta”. Aunque nunca tuvo una forma muy ortodoxa para comunicarse, Coutinho siempre fue vigente.
NEY: Afines en las circunstancias (buscar un lugar al sol dentro del fútbol hermanados en las raíces y juventud) considero que fue total. Como que el Rey lo apadrinó a la primera vista. Más aún, Coutinho seguía el comportamiento visual de “Pelé” sin preguntar. Hay que dar un “planchazo” por orden del Rey y Coutinho, a pesar de su poca edad los daba, cosa que “Pagão” dudaba. Coutinho fue –debutó con 14 años– el más joven debut del fútbol brasileño. En un partido amistoso, frente a la Portuguesa Santista, para empezar el segundo tiempo, nadie entró a la cancha y se apagaron los reflectores. Colocaron a Coutinho en el círculo central de la cancha y al prenderse la luz, para sorpresa de todos, ahí estaba el niño, vestido de blanco, listo para jugar la segunda mitad. Daban ganas de llamarlo “hijo” y ahí nacía uno de los más grandes jugadores de fútbol que he visto en mi vida.
Decía que eran afines, no sólo en sus características sino también futbolísticamente. El Rey y Coutinho empezaron a crear la duda sobre el propietario de la camiseta número 9. “Pagão” podía responder intelectualmente al concepto futbolero de “Pelé” y Coutinho también, pero en la disposición para pisar el área, Coutinho estaba hecho de otra madera.
(Mañana: Siguen las anécdotas de la Corte y el Rey. “Hey, ‘Pelé’. ¿Acaso vas a entrenar desnudo?”).
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