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jueves, 5 de octubre de 2023

¿Cómo nació mi amor por Santos Laguna?

Una historia. Una lección de vida



La historia vivida junto a Santos Laguna por cada uno de nosotros es diferente. La mía nació por la nostalgia. En mi más tierna infancia, los domingos de futbol eran de inmensa felicidad durante los domingos de futbol, primero en el Parque San Isidro y después, en el estadio Moctezuma –después Corona–. 

 

Tras cinco años de orfandad, regresó el futbol profesional a La Laguna, así que, buscando recuperar aquella felicidad esfumada, aquel 4 de septiembre de 1983, al no quererme acompañar nadie al estadio, abordé un camión de la ruta Campo Alianza para asistir al inicio de esta nueva era.

 

Primer año inolvidable: avance a la liguilla. 24 de junio de 1984, primer partido de emociones extremas, preludio de muchos aquella tarde en la que se requería el empate para conseguir el ascenso. En dos ocasiones el rival, Pumas ENEP, se puso en ventaja. El apoyo de la afición y las anotaciones de Fernando de la Rosa y dos de José Luis Rodríguez “El Puma” nos dieron la primera gran alegría. Dos semanas después en Querétaro, el equipo se coronó campeón.

 

A los días, el anuncio de venta del club. El IMSS se desharía de sus equipos profesionales. Incertidumbre. Anuncio de compra por empresarios laguneros. La historia seguía. Un año después, peligro de descenso. De nuevo: gol olímpico que dio la victoria en Mérida, y una semana después, triunfo definitivo en casa ante Salamanca para librar aquel peligro. 

 

Más adelante, ocupar la parte alta de la tabla, ilusionarnos con el ascenso. Finalmente, decepciones por haber quedado a punto de entrar a la final sin conseguirlo. En aquellos años les aseguraba a mis amigos y familiares que Santos Laguna llegaría a la primera división y sería campeón de la misma. Mis profecías provocaban burlas irónicas y sarcásticas, algunas sumamente hirientes. Días después nos enteramos de que, tras incluir nuevos socios, se consiguió la franquicia de Ángeles de Puebla. Había nuevamente futbol de primera división en la Comarca. Una de mis profecías se había cumplido.

 

Cinco torneos de angustias, de darnos por bien servidos al conservar la categoría, sin estar exentos de grandes angustias como la salvación in extremis en 1991, de recibir burlas por “gastar mi dinero viendo a ese equipo mediocre”. Más adelante llegaron las inversiones, la modernización, las grandes contrataciones. Primera liguilla, pase a la final. El nacimiento del esperanzador fenómeno de la santosmanía, que nos llevó a festejar incluso cuando se perdió aquella final en 1994.

 

22 de diciembre de 1996. Nueva incursión en la final. Ahora el partido definitivo fue en la Casa del Dolor Ajeno. Remontada ante el vigente campeón, coronada con aquel icónico gol de Jared. Cuando Arturo Brizio sonó su silbato decretando la finalización del encuentro, tardé en unirme a la celebración. Todo lo que cuento líneas arriba me vino a la mente. ¿Qué estarían pensando en aquel momento quienes se burlaban de mis “a qué le tiras cuando sueñas…” –así llegó alguien a decirme, mientras me tocaba la frente, como si mis dichos fueran un delirio febril–? No importaba ya. ¡Segunda profecía cumplida!

 

Santos Laguna es más que un club de futbol, una lección de vida. Un club que inició como un proyecto que parecía endeble, pero en base a tesón, esfuerzo, solidaridad y demás valores que engrandecieron a la Comarca Lagunera, sorteó infinidad de escollos para hacerse grande. Crecer dolió, pero ese dolor nos fortaleció. Así, quienes vivimos aquellos años conservamos ilusiones, sufrimientos, angustias, impotencias, incomodidades, carencias, pero, sobre todo, hazañas por la supervivencia. 

 

Se ama en lo próspero y en lo adverso. Cómo no amar al equipo al que vi nacer, crecer, madurar, verlo llegar a la cima y, sobre todo, ha sido factor de unión y convivencia familiar, identidad y orgullo de nuestra tierra.


Publicada en "Santosmanía". Revista digital del Club Santos Laguna. Edición del 5 de octubre de 2023