Tras el fallecimiento de Roberto Gómez Bolaños "Chespirito" el pasado viernes 28 de noviembre, la sociedad ha tenido reacciones de muy diversa índole: desde quienes lo lloran hasta quienes se han alegrado con su fallecimiento.
Por lo anterior, estaré publicando algunos análisis que recojo de la prensa. Ahora un escrito del periodista Álvaro Cueva, escrito en el diario "Milenio" el pasado domingo 30 de noviembre.
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Chespirito y el odio
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Chespirito y el odio
Álvaro Cueva
Lo que
más me duele de la muerte de Chespirito son todos los comentarios de odio
a los que me estoy enfrentando en las redes sociales.
Ataques
de gente que lo acusa de ser el responsable de la estupidez de los mexicanos,
de promover el bullying, la violencia y
la discriminación.
Y esto
es nada. ¿Me creería si le dijera que hay personas que están sacando a colación
la postura de don Roberto Gómez Bolaños hacia el PAN y hacia situaciones
como el aborto para desprestigiarlo?
No, ¿y
qué me dice de los especialistas que están aprovechando esto para
tratar de perjudicar a Florinda Meza y para lucirse hablando de los supuestos
conflictos que hubo entre los actores que tuvieron la oportunidad de trabajar
con él?
Las
críticas más patéticas son las que están saliendo de los que se sienten cultos,
de los que no son capaces de leer un texto completo sin vaciar sus tripas en
Twitter, pero que por haber paseado sus ojos por las lecturas de la escuela se
sienten intelectuales.
Ya, el
colmo, hay personas que están ofendiendo la memoria de Chespirito por promover
la música clásica en sus programas.
¿Qué
clase de personas somos? ¿En qué clase de país vivimos?
Para
todo hay un momento y éste no es ni el de evaluar el nivel académico de la
nación ni el de inventar chistes que involucren a este gran genio con nuestros
políticos ni el de destacar lo malo.
La
muerte de Chespirito tiene que ser un punto de unión para los mexicanos.
A lo
mejor a usted le gustaban sus programas. A lo mejor, no. Probablemente ni
siquiera los vio cuando se estrenaron. ¿Pero qué tiene que ver una cosa con la
otra?
A mí se
me cae la cara de vergüenza porque mientras en otras partes del mundo los
gobiernos están pidiendo un minuto de silencio para honrar a Chespirito, aquí
le tiramos mierda al único hombre que ha sido capaz de hacer crítica social
a través de la comedia en la más cerrada de nuestra industrias culturales.
A ver,
¿cuántos otros talentos mexicanos han conseguido la mitad de las cosas que
Chespirito consiguió en vida?
¿Qué
otros creadores de contenidos fueron capaces, en su momento, de ponérsele al
tú por tú a Emilio Azcárraga Milmo y de grabar bajo sus propias
condiciones?
¿Qué
otros comediantes han construido universos tan complejos sobreviviendo a la
censura como él?
Dígame,
¿quién más ha tenido el valor de convertir en comedia nuestras más dolorosas
carencias como el autor de El Chavo y El Chapulín Colorado? ¡¿Quién?!
Roberto
Gómez Bolaños era nuestro Moliére y es lamentable que mientras que en
otros países hay libros que analizan su obra y universidades donde se estudian
sus programas, aquí le tengamos miedo.
Porque,
no nos hagamos tontos, Chespirito nos da miedo, nos da miedo porque
nos dice cosas de nosotros que no nos gustan, que no queremos ver, que
quisiéramos que no fueran ciertas.
Como
nuestro profundo clasismo, como nuestra indiferencia hacia la
miseria que nos rodea, como el abandono en que tenemos a nuestros niños,
como el odio con el que tratamos al diferente, como el universo de máscaras
y apariencias en el que nos movemos.
Y nos
las dice con una escandalosa claridad, y nos las dice haciendo que nos riamos.
Toda
esta campaña de odio que veo en tantos lados, especialmente en las redes
sociales, me confirma que Roberto Gómez Bolaños era verdaderamente grande.
Porque solo
los grandes consiguen afectar a tantas personas. Y si no me cree, échese un
clavado por la historia y vea cómo muchos de los más importantes artistas de
todos los tiempos han sido personas tan atacadas como él.
Para
entender a Chespirito hay que conocer su vida y su obra, hay que entender el
contexto histórico, creativo, tecnológico y social en el que se movió.
Don
Roberto batalló mucho, recibió castigos por parte de Televisa, pero nunca se
rindió.
Y, lo
más hermoso, jamás dejó ni de crear ni de atender a su público en toda América
Latina y en una época donde ni siquiera existían las palabras globalización e
internet.
Qué
dolor, de veras, ver todo este odio, toda esta confusión, todo este caos.
Definitivamente
nos merecemos el país que tenemos y por eso hoy no hay alguien ni ligeramente
parecido a don Roberto en la industria de la televisión mexicana. Es más, ni
comedia tenemos.
Gocen, intelectuales.
Eso es lo que querían, ¿no?
¡atrévase
a opinar!
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