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lunes, 29 de diciembre de 2014

Animales: derechos sin obligaciones, por Luis Manuel Arellano

Una aberración ética disfrazada de "justicia".


Resulta que en Argentina, a una orangután hembra, se le han concedido "derechos humanos básicos como un sujeto no humano". ¿Qué implica? A continuación una disertación a la luz de la ética.
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Animales: derechos sin obligaciones


Los derechos humanos no son para los animales, pero todo indica que la expresión aguda de la llamada “ecolatría” sigue cosechando frutos en esta tarea de hacerlo creer, merced a la distorsión semántica en que ha caído la agenda ecologista. La aceptación de una corte argentina respecto a que una hembra de orangután debe ser liberada del cautiverio en un zoológico bajo la premisa de que fue privada de su “libertad”, es tan aberrante como la forma violenta en que miles de animales son tratados bajo cautiverio.
Esta expresión de activismo extremo viene a ser una evolución del rupestre tufo con el cual el mal llamado Partido Verde Ecologista de México ha logrado prohibir animales en circos, bajo la falsa premisa de que se les maltrata.
Con esta medida, hay que subrayarlo, no se extingue ni castiga la vejación de animales sino que acaso se extirpa en una de sus expresiones, cuando lo ideal habría sido impulsar una cultura de respeto y trato digno para los animales pero sobre todo para nuestra propia especie.
Es impresionante observar que frente a tantos seres humanos desprotegidos abundan especies animales que gozan de una sobre protección sobre la cual no hay debate. 
Antes de continuar quiero precisar que condeno la violencia contra cualquier animal; sin embargo me provoca una seria irritación el surgimiento de organizaciones promotoras de los “derechos de los animales” cuando todavía tenemos de manera colectiva una enorme deuda con nuestro propio orden, dado que millones de personas permanecen ajenas al beneficio de derechos universales tan básicos como la alimentación, educación, salud, trabajo y vivienda. Es impresionante observar que frente a tantos seres humanos desprotegidos abundan especies animales que gozan de una sobre protección sobre la cual no hay debate. Un caso extremo lo observamos con los osos panda, en cautiverio pero bien alimentados, protegidos y usados como ornamento para delicia de los públicos exquisitos que buscan congraciarse con las cosas “bonitas” de la naturaleza.
Sandra, así se llama la hembra de orangután, es el primer animal en recibir “derechos humanos básicos como un sujeto no humano”; e independientemente de que la dejen en libertad, preocupa que se destinen recursos en tratar de comprender su caso cuando –insisto-- abundan humanos sin atención gubernamental, privada ni social, al grado que se transforman en parte del paisaje público. Los argumentos de la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales, la AFADA, de Argentina, llegan al extremo de plantear que existen animales “sintientes”(sic) que se encuentran injusta y arbitrariamente privados de su libertad en zoológicos, circos, parques acuáticos y centros de experimentación. No está por demás agregar que la visión de una instancia impartidora de justicia en esa misma nación que acepta el recurso de habeas corpus en beneficio de un animal resulta igualmente irritante.
Hace más de 20 años el filósofo Fernando Savater denunció dicho extremismo: “lo que el ecólatra venera, lo sepa o no, no es el logro de un mejor hábitat para el hombre, sino la pureza antihumana de una naturaleza de la que el hombre está ausente”. Al profundizar en el tema, advirtió que el funcionamiento natural no reconoce derechos y que por ello son las propias especies animales las que han hecho desaparecer más especies vegetales y animales que el mismo hombre.
Yo suscribo aquellas reflexiones y hago mía la sentencia de Savater cuando señala:
“Derecho implica reciprocidad, concesión y deber”.
¿O es que los ultra promotores de humanizar animales harán algo para detener a las variedades depredadoras? Absurdo planteamiento, sin duda, pero equiparable a la ceguera en que estos activistas viven.
Lo cierto, empero, es que al construir “derechos” sin obligaciones para algunas especies animales se edifican también argumentos que mañana serán empleados con fines de exclusión en grupos de poder.
Volviendo al PVEM, es preocupante mirar tanta mezquindad con este tema cuando dicho instituto político, que recibe recursos millonarios del erario, distorsiona sus “logros” legislativos presentando spots manipulados y torpemente editados. Lo peor, sin duda, es que el pensamiento de los activistas defensores de animales tiene al menos un razonamiento miope, mientras que el planteamiento “verde” en México no es ni ecológico ni mucho menos ecólatra, sino expresión de oportunismo barato aunque redituable. Es decir, oscuro pero tan lleno de agujeros que simplemente nos dejan verlo.

REFERENCIAS

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