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jueves, 10 de octubre de 2019

El día en que Santos Laguna volvió millonario a un lagunero

Su afición puede hacerlo millonario



Sábado 10 de marzo de 1990. Por la tarde acudí a la Unidad Deportiva Torreón a disputar un partido programado por la liga en la que uno de los equipos con los que jugaba estaba inscrito. Sabía que a las 5 de la tarde, Santos Laguna jugaría en el estadio Azteca, visitando a Cruz Azul, equipo que no estaba teniendo un torneo como el anterior, en el que llegó a la final, perdiéndola ante América. Además de que teníamos partido por disputar, sabíamos que aquel Cruz Azul vs Santos Laguna no sería transmitido por televisión abierta ni por cable en la Comarca Lagunera, y que en el bar en el que poco más de un año antes solían sintonizar la señal de los encuentros disputados por Santos Laguna con su antena parabólica ya no lo hacían, dado que pasó de ser bar deportivo a lugar en el que connotados miembros de la sociedad lagunera acudían con sus amores secretos, así que nos resignarnos a no ver el encuentro disputado por los Guerreros.

Tras terminar el partido que disputé con mi equipo, los compañeros y yo conversamos un buen rato, mientras nos retirábamos los zapatos, calcetas, espinilleras, vendajes; y nos sacudíamos la tierra que se nos metía por todos los recovecos corporales, producto de las barridas y revolcadas sufridas al fragor de la batalla. La plática se prolongó hasta que vimos que el sol se metió y comenzaba a oscurecer. Me despedí, tomé mi maleta y caminé rumbo a la salida del complejo deportivo, ubicada en el Paseo de la Rosita. En el camino, observé a un señor sentado detrás de una de las porterías de la cancha contigua al velódromo, quien repentinamente estalló en júbilo, gritando y festejando. Me llamó la atención su reacción, ya que ésta no correspondía a lo que sucedía en ese momento en la cancha hacia donde él miraba, en la que el balón se disputaba cerca del círculo central. Al acercarme más, noté que el señor escuchaba un aparato de radio, del que emergían sonidos que parecían ser una narración de evento deportivo. Por la hora, pensé en que, posiblemente, Santos Laguna había anotado un gol. Me acerqué un poco más y le pregunté:

—¿Qué, compa? ¿Cómo van?

El señor, jubiloso me respondió:

—Ya se acabó, compa…. ¡GANÓ EL SANTOS!

La noticia que me daba significaba apenas la tercera victoria de Santos Laguna como visitante en torneos de liga. En el torneo 1988-89, primero del conjunto albiverde en el máximo circuito del futbol mexicano, no pudo conseguir victoria alguna en patio ajeno. En el torneo que corría, 1989-90, ya se habían obtenido dos triunfos de visita, ante Puebla y Cobras de Cd. Juárez. Sin embargo, el hacerlo ante el subcampeón vigente, y tras cuatro visitas consecutivas con derrota, hacía lucir reconfortante esa victoria, tanto para el paso del equipo, como para callar bocas de cuanto cruzazulino conocido se tenía, ya que ellos habían vaticinado que sus cementeros propinarían una goliza de época a los de verde y blanco.

Con la alegría, aún mezclada con un poco de escepticismo, continué interrogando al señor:

—¡A toda madre! ¿Cuántos a cuántos?

—¡Tres a dos, compa! Nos iban ganando, ¡pero les dimos la vuelta! De puro gusto, llegando al cantón me voy a echar unas caguamotas.

—Buena idea, compa –respondí–. Deje voy a comprarme unas también. ¡Gracias!

Por la noche, en la transmisión del partido desde el estadio Jalisco, los comentaristas confirmaron el resultado.

Al día siguiente, por la mañana desayunamos leyendo la reseña del partido y, por la tarde, a las seis en punto, nos sentamos frente al televisor de la casa para ver el resumen en DeporTV. Tras la primera hora de programa en la que se habló de otros deportes, llegó el momento esperado cuando, al lado del conductor, José Ramón Fernández, apareció sentado Raúl Orvañanos, para analizar la jornada recién concluida del torneo mexicano.

El Siglo de Torreón. Portada de la sección deportiva que daba cuenta del triunfo de Santos Laguna ante Cruz Azul

Se proyectó el resumen del encuentro, en el que, como me dijo el señor que se encontraba el día anterior en la Unidad Deportiva, Cruz Azul se fue arriba en el marcador con gol de Luis Flores. Posteriormente, el fino volante uruguayo Luis Heimen empató el marcador; Eugenio Dolmo anotó el gol que le daba a Santos Laguna la ventaja, misma que fue ampliada con anotación de David Solís. En las postrimerías, Cruz Azul descontó con anotación del argentino Walter Fernández para sellar el marcador final.

Tras concluir con los resúmenes de los partidos de la jornada, se proyectaron las tablas de clasificaciones por grupos, general, goleo individual, así como los partidos de la siguiente jornada. De ahí, como cada domingo, se enlazaron a las oficinas de Pronósticos, desde donde Carlos Albert informaba acerca de los resultados del concurso progol de la semana. En aquella ocasión dijo, palabras más, palabras menos, lo siguiente:

“Amigos: aquí está la mascarilla con la quiniela ganadora del Concurso Progol número 591, en la que hubo UN SOLO VISITANTE, que fue el Santos Laguna, que le ganó a Cruz Azul. En esta ocasión hay UN SOLO GANADOR… y, para que vean lo que es tenerle fe a su equipo, ¿de dónde cree que es este ganador? DE TORREÓN. Ese aficionado al Santos se lleva la bolsa garantizada de más de 400 millones de pesos”.

En este caso, se cumplió el slogan de Pronósticos para la Asistencia Pública: “su afición puede hacerlo millonario”. ¡VAYA QUE SI!

Resultados del Concurso Progol correspondiente al día 11 de marzo de 1990

Las jornadas futbolero-beisboleras en la Comarca Lagunera

De cuando coincidían eventos en los dos estadios vecinos



Dos de los deportes a los que los habitantes de la Comarca Lagunera somos más aficionados, son, sin duda, el futbol y el beisbol. Quizá el box y la lucha libre serían los otros dos deportes que se les podrían equiparar. Se cuenta que estas dos disciplinas comenzaron a practicarse en estas tierras desde finales del Siglo XIX. Mientras que en las haciendas propiedad de españoles el pasatiempo era patear la de gajos, en las posesiones de los estadounidenses la de ciento ocho costuras iba y venía.

La costumbre de dedicar las tardes dominicales a presenciar partidos de futbol y beisbol se remonta a varias décadas atrás. A finales de la década de los 40s y principios de los 50s del siglo anterior, se contaba con equipo de beisbol profesional que competía en la Liga Mexicana, mientras que el futbol era jugado a un gran nivel, aunque en ligas de aficionados.

Si bien, cuando el club Laguna hizo su incursión en el futbol profesional, en el año 1954, Unión Laguna había dejado de participar en la Liga Mexicana de Beisbol. Esto no obstaba para que algunos aficionados laguneros acudieran por las mañanas a presenciar algún partido de la Liga Mayor de La Laguna y, por la tarde, al Parque San Isidro a presenciar el encuentro de futbol cuando Laguna –y seis años más tarde, el Cataluña, después Torreón– jugaba como local; de la misma manera en la que unos años antes acudían a presenciar los partidos de futbol amateur que se jugaban en San Isidro y, por la noche, al estadio de la Revolución a alentar a los Algodoneros.

Acudir a presenciar encuentros de ambas disciplinas implicaba gastar una gran parte del día, así como traslados que, en aquel entonces, no eran tan sencillos para mucha gente, aunque el amor por sus equipos –y por andar en la bola– hacía que los laguneros realizaran aquellos tours deportivos. En 1970, cuando Unión Laguna regresó a jugar en la Liga Mexicana, la comarca ya contaba con dos equipos profesionales jugando en el máximo circuito. Durante gran parte del año, todos los domingos había partido de futbol de primera división en estas tierras, por lo que, los domingos en los que la novena algodonera jugaba como local, se prestaba para correr la carrera larga, aunque los traslados no eran tan sencillos, sobre todo para quienes no contaban con vehículo en qué trasladarse. Acudir al Parque San Isidro, casa de Laguna, o al estadio Moctezuma –después rebautizado como Estadio Corona–, sede del Torreón, y posteriormente trasladarse hasta el  Estadio Laguna –ahora llamado Estadio Gómez Palacio–, ubicado en el Blvd. Miguel Alemán a la altura del Km. 11-40, implicaba tiempo, dinero y esfuerzo.

La situación ideal para la afición a ambos deportes se presentó durante una parte de la década de los 70s, cuando los Algodoneros del Unión Laguna se mudaron de sede al Parque Superior, de tribunas desarmables, que fue traído de la ciudad de Houston, Texas para ser instalado en el mismo predio en el que se encontraba el estadio Moctezuma.

Hace algunos días recordé, en una charla en la que se encontraban personas de diversas edades, que, en una ocasión, al salir de presenciar un partido de futbol en el estadio Moctezuma, mi padre me llevó de la mano caminando hacia el estadio vecino para presenciar el juego de pelota que estaba iniciando. Alguien aseguró haber durado muchos años realizando esta permanencia voluntaria dominical. Lo anterior me pareció impreciso, por lo que efectuamos cuentas, encontrando lo siguiente:

El Parque Superior se inauguró en la Comarca Lagunera en el mes de marzo de 1975, fecha en la que el estadio Moctezuma se encontraba cerrado: la franquicia del Club de Futbol Torreón fue vendida a la Universidad de Guadalajara a mediados del año 1974, y Laguna continuaba teniendo como su casa San Isidro.

Durante el mes de septiembre de 1976 se cerró el parque San Isidro y Laguna se mudó a jugar al estadio Moctezuma. Al iniciar el torneo 1976-77 de la Primera División, Unión Laguna había finalizado su temporada de aquel año: el 3 de septiembre de 1976, en partido celebrado en el Superior, los Diablos Rojos del México se coronaron campeones del circuito beisbolero al derrotar al conjunto algodonero en el sexto juego de la serie final.

Fue hasta el 8 de mayo de 1977 cuando coincidieron por primera vez partidos dominicales en los estadios vecinos. En aquella ocasión, Laguna venció a Toluca dos goles a uno y, posteriormente, Unión Laguna se impuso a los Sultanes de Monterrey cinco carreras por tres. Dos semanas después ambos equipos repitieron como locales: Laguna venció a la Universidad Autónoma de Guadalajara tres goles por cero y, posteriormente, la afición remató con doble juego en el que los Algodoneros salieron triunfantes ante los Alacranes de Durango, seis carreras por cero en el primero y seis a dos en el segundo.  Jornada perfecta.

El tercer domingo en el que coincidieron encuentros en ambos cosos fue el 31 de julio de 1977, día en el que se jugó la jornada 1 del campeonato 1977-78 de la Primera División, en el que Laguna cayó ante Guadalajara dos goles contra cuatro; posteriormente Unión Laguna dividió triunfos en doble cartelera ante los Tigres capitalinos; los visitantes se llevaron el primero con marcador de seis carreras contra una, mientras que los laguneros vencieron en el segundo cuatro carreras a dos. Dos domingos después, Laguna empató a un gol con León, y por la noche Unión Laguna venció a los Saraperos de Saltillo una carrera por cero.

Ambos equipos volvieron a coincidir como locales hasta el 26 de marzo de 1978, cuando Laguna empató en el Moctezuma sin anotaciones frente a la UNAM. Después, Unión Laguna blanqueó a Saltillo anotándole cinco carreras.

La última doble cartelera que se llevó a cabo en aquellos estadios vecinos se llevó a cabo el 7 de mayo de 1978, día en el que, nadie, a excepción de a familia Macisse de la ciudad de México, sabíamos que sucedería, Laguna jugaría su último partido antes de ser vendida su franquicia para convertirse en Deportivo Neza. Aquella tarde el conjunto verdiblanco goleó a Monterrey cuatro goles por cero. Horas después, La Laguna le repetía la dosis a la Sultana, ya que Unión Laguna apaleó a los Sultanes de Monterrey trece carreras por dos. Por lo anterior se concluye que estas coincidencias no fueron tantas como aseguraba mi amigo, sin embargo, debieron ser muy emotivas para que la gente de aquellas épocas las recuerde tanto.

El beisbol continuó jugándose en el Superior, mientras que el Moctezuma lucía solo y triste en medio del estacionamiento de aquel complejo ubicado al oriente de la ciudad de Torreón. A finales de 1981, aquel hermoso parque de pelota fue nuevamente desarmado y trasladado a la ciudad de Tampico, quedando la Comarca sin equipos profesionales.

Por supuesto que, desde el año 1985 a la fecha, lapso en el que volvimos a tener futbol y beisbol profesional en esta tierra de manera ininterrumpida, se han dado infinidad de coincidencias entre partidos de balompié y pelota. Muchos aficionados hemos efectuado la carrera larga cuando menos en una ocasión –los traslados entre el antiguo estadio Corona y el estadio de la Revolución ya no resultaban tan largos, tras la ampliación de las vialidades de la ciudad de Torreón– siguiendo esta bonita costumbre.

En estos días, los encuentros en ambos estadios han coincidido en horario, por lo que, mientras los mortales no logremos emular a Kalimán, será imposible realizar este tour deportivo-social. Sin embargo, el apoyo a nuestros equipos y el amor por el solaz y la vagancia de los laguneros se ha consolidado como una bonita costumbre. Apoyemos a nuestros equipos y hagamos perdurar nuestras tradiciones.