Publicado en Intelisport el 9 de marzo de 2020
—Ahí les encargamos a mi jefe. Ya se está haciendo viejo.
Lo anterior nos suplicaron una noche a algunos aficionados los hijos de Lucio Pérez Batres, quien era mejor conocido como Jauja en el mundo del beisbol lagunero.
La súplica de estas personas quedó en mi mente, y procuré cumplirla, ya que don Lucio, si bien se veía entero, como buen hombre de campo, ya tenía cierta edad. Me quedó la conciencia tranquila ya que, en la medida de mis posibilidades económicas, le proporcioné algunas ayudas en efectivo, así como múltiples rides del estadio al hotel en el que se hospedaba tras finalizar los partidos en el estadio de la Revolución, ya que a esa hora los autobuses suburbanos no daban servicio.
Durante la última temporada en la que se tuvo beisbol en el Parque Superior, recuerdo haberlo visto a lo lejos en la tribuna. Era un señor muy pintoresco, que siempre portaba un sombrero y solía gritar en apoyo al equipo, así como una que otra frase que despertaba la hilaridad de la concurrencia. Debido a mi corta edad, no le daba gran importancia.
Una vez que se tuvo nuevamente beisbol de Liga Mexicana, volví a toparme a tan simpático aficionado. Escuchaba que la gente se refería a él como “Jauja”. Realmente, era un aficionado como cualquiera y que, amenizaba el ambiente en las gradas del parque, debido a las frases célebres que profería y a que, en los lapsos en los que los equipos cambian de posición en el campo de juego tras caer el tercer out, en ocasiones bailaba en el pasillo entre las gradas.
Una vez que compré abono en el estadio de la Revolución, comencé a convivir con el popular “Jauja”, ya que algunos de sus patrocinadores eran mis vecinos de butaca; eran ellos quienes le indicaban los lugares que no tenían dueño, o alguna cuyo dueño no asistiría esa noche, para que ahí se sentara. Digo que mis vecinos de asiento eran sus patrocinadores, ya que ahí conocí mucho acerca de él. Su apodo se debió a que era originario del ejido Jauja, cercano a Tlahualilo. Como buen ejidatario, su fuente de ingresos era la siembra y cosecha de su parcela; generalmente los deliciosos e inigualables melones y sandías de aquella región. Con su dinero viajaba hasta Torreón para presenciar encuentros ya sea de la Liga Mexicana, o bien, de la Liga Mayor. En aquellos años, comentaba que “andaba amolado”, pero que podía seguir asistiendo regularmente a los parques gracias a la generosidad de muchas personas que le ayudaban. Principalmente, don Jorge Dueñes Zurita: presidente de Unión Laguna en aquellos tiempos, quien le proporcionaba un pase de cortesía, con el que podía ingresar a todos los partidos de los Algodoneros como locales. Además, cada vez que asistía al estadio, don Jorge le daba dinero suficiente para cubrir el costo del hotel en el que se hospedaría –un hotel muy humilde, ubicado en el sector Alianza, en el que, me decía cada vez que lo llevé hasta allá en mi vehículo, tenía cama para dormir, baño, y le cobraban bara–, el importe del pasaje de regreso y el de un plato de menudo, que se desayunaba antes de partir de regreso a su casa. Esto cuando no tenía quien lo llevara hasta su casa de regreso, cosa que sucedía cuando Juan “Charras” Hernández era coach del equipo, y que, tras finalizar los partidos, viajaba a dormir a su casa en Tlahualilo. Por lo demás, los vecinos de butaca le patrocinaban la cerveza y algo de cenar.
Realmente, una vez que Jauja aparecía en las tribunas, se auguraba un partido entretenido; si no lo iba a ser por lo sucedido en el terreno de juego, sí lo iba a ser por la manera en la que don Lucio amenizaba. En algunas ocasiones esperaba a que cayera el tercer out del episodio en el que arribaba al estadio, para dirigirse del túnel hacia la butaca que ocuparía para presenciar el juego. Si la melodía que tocaba el organista era bailable, Jauja emprendía la marcha al son de los acordes de dicha melodía mientras gritaba:
—CHAVOS: ¡YA LLEGUÉ!… ¡ÁBRANSEN!
Algunos asistentes le respondían con algunos improperios, que don Lucio ignoraba, mientras que otros acompañaban con las palmas el baile por él realizado.
El repertorio de Jauja era muy variado y para toda ocasión:
Si el equipo contrario estaba al bat y había dos outs en la pizarra, Jauja gritaba:
— ¡DOS Y MEDIO!
De la misma manera, si había menos de dos outs y el rival había logrado colocar algún corredor en base, el grito era:
—¡ESE VALE DOS!
Cuando el lanzador local le pasaba dos strikes similares al bateador rival, la frase que gritaba era:
—¡AHÍ COME!
En aquellos años, cuando la barda ubicada detrás de los jardines no era tan elevada, podía observarse al fondo cómo los aviones se elevaban tras haber despegado del aeropuerto de Torreón. Si lo anterior sucedía cuando el lanzador se disponía a ir a la goma –cuando no se tenía la espantosa costumbre de cubrir esas pausas con música a todo volumen por parte del sonido local–, Jauja se levantaba de su lugar y gritaba:
—CHAVOS, FÍJENSEN: ESE AVIÓN VA PA’JAUJA… ¡ME CAE DE A MADRE QUE ESE AVIÓN VA PA’JAUJA!
Cuando un batazo salía de foul, de la tribuna emergía la voz de Jauja gritando:
—AMPAYER: DIGA: ¡FAUBOL!
Algunos de los encargados de contar las bolas y strikes detrás del plato, le hacían segunda y gritaban: “FAUBOL”. En corto, don Lucio me contaba que, antes de los encuentros, se asomaba a la entrada a la cueva de los umpires, localizada al lado del vestidor del equipo local. Algunos de ellos se dejaban saludar por él, y hasta comentaban: “¿tons qué, Jauja… faubol?”, mientras que otros eran hiperlactantes y ni siquiera le permitían acercarse.
Cuando se paraba a batear un extranjero por parte del equipo rival, cuya piel era de color oscuro, Jauja lo asustaba gritando:
—OYE, BATEADOR. AGUZADO… ¡AHÍ VIENE CASTRO RUZ!… Y TE ANDA BUSCANDO.
Mientras que, cuando se paraba a batear el legendario Dave Stockstill, aquel pundonoroso jardinero derecho del equipo algodonero, Jauja lo arengaba gritando:
—ESTOSTIL: ¡YOU VERY GOOD, MAIFRÉN!
Posteriormente, tras las burlas de algunos asistentes por su inglés, replicaba:
—OIGAN: PA’SER EJIDATARIO NO ESTÁ MAL…
En ocasiones, cuando un jugador cometía un error grosero, no faltaba quien, en tono de guasa, gritaba:
—¡HAZ DE SER DE JAUJA!
A lo que don Lucio respondía:
—ES DE LEQUEITIO.
En situaciones extremas, en las que Unión Laguna bateaba, con cuenta llena y dos out en la pizarra y hombres en base, se escuchaba su grito famoso, dirigido a don Pedro Orta, quien en aquel entonces se colocaba como coach de primera base:
—CHAROL: ¡TÚ TAMBIÉN CORRES!
Cuando un bateador del equipo local pegaba un extrabase, Jauja gritaba una vez que el bateador pisaba la primera base y cambiaba el curso para dirigirse a la almohadilla intermedia:
—CHAVOS: ¡ASÍ DOBLO YO!
Acto seguido, nos decía en voz no tan alta:
—…las tortillas.
Y, cuando quien pegaba un extrabase era un toletero rival, una vez que éste recién pasaba por la primera base, Jauja gritaba:
—AMPAYER: ¡NO PISÓ!
Alguien que siempre que visitaba el Revolución mostraba un trato sencillo y afable, con Jauja y en general, era José Ramírez Gamero: líder obrero quien en aquellos tiempos era Gobernador del Estado de Durango. A diferencia de su contraparte coahuilense, quien llegaba rodeado de guaruras y secuestraba el palco principal, Ramírez Gamero llegaba solo –si llevaba elementos de seguridad, éstos eran sumamente discretos, ya que no se daban a notar–, se sentaba en las butacas a nivel de terreno junto a los directivos del club. Cuando coincidía con Jauja, éste le gritaba:
—COMPADRE GAMERO: ¡LANCE ALGO! TOTAL: AHÍ ME LO ANOTA EN LA CARTERA VENCIDA.
Pronto, ya estaba Marín, el cervecero de siempre en La Laguna, sirviéndole a Jauja una cerveza mientras le espetaba: “Se la manda don Pepe, viejo chípil. ¡Hoy va a pistear de nuestros impuestos!”
Mientras Jauja daba el primer sorbo a su vaso, gritaba de pie:
—COMPADRE GAMERO: ¡MUCHAS GRACIAS!
Infinidad de damas bailaron junto a Jauja en los lapsos entreinnings que hay en cada partido, incluyendo una señorita que, en aquel momento, ostentaba el título de Miss Durango. Algunas accedían de buena gana a bailar con él; pero, como el campeón de bateo es también quien más se poncha, en muchas ocasiones fue rechazado. Lo anterior no hacía mella en su ánimo. Si no tenía pareja, bailaba solo, ya sea la melodía que tocaran, o bien, usualmente pedía su favorita, ya fuera al organista local, o bien, a la banda que en ocasiones tocaba en vivo:
—CHAVOS: ¡TÓQUENME LA GÜERA SALOMÉ!
Cuando le preguntábamos por qué lo había rechazado la dama para bailar, nos contestaba:
—Quería hacerse dueña de la parcela…. y así, pos no.
Hoy. 9 de marzo de 2020, se cumplen veinte años del fallecimiento de este singular personaje, a quien recuerdo en cada ocasión que veo un partido de beisbol, un avión despegando, o cuando degusto un melón o una sandía.
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