Diálogos con Tadeo - Capítulo I
Hace unos momentos conversé con mi amigo Tadeo. Suele llamarme por teléfono sin frecuencia definida; cuando lo hace, generalmente es para discutir sobre deportes, principalmente futbol. Tadeo se considera un conocedor de futbol y de deportes en general ya que, como él orgullosamente dice, se mantiene bien informado debido a que desde hace tiempo, devora cuanto programa deportivo aparece ya sea en radio – lo escucha cuando conduce su vehículo o se encuentra laborando – o televisión. De unos cuantos meses a la fecha, desde que lo enseñé a usar Twitter, suele seguir a todos los conductores “de la prensa nacional” dice con mucho orgullo, queriéndose dar caché lambisconeando a los capitalinos. En realidad es algo corto de entendimiento, los argumentos con los que me discute en realidad son aquellos que escucha decir a los comentaristas que aparecen en los programas que ansiosamente consume. Al inicio de cada discusión, presenta los argumentos como suyos, mas cuando le cuestiono acerca del origen de dichas peroratas, termina citando la fuente: “lo dijo Toño de Valdés por la mañana” o “lo acaba de afirmar Orvañanos en su programa de las cinco”. Si bien no es siempre agradable escucharlo necear cuando repite argumentos insulsos, me es útil conversar con él; es mejor escuchar de su boca un resumen, que escuchar toda la ristra de programejos que suelen versar sobre temas comunes; algunos sazonando sus argumentos con pimienta, otros con hiel, otros con limón; sin embargo el guiso es básicamente el mismo. Escuchar lo que me cuenta Tadeo en diez minutos equivale a escuchar un extracto de los programas que en el transcurso del día se transmiten.
El día de hoy el tema versó sobre la derrota escandalosa que la selección chilena propinó al representativo mexicano en la fase de Cuartos de Final de la Copa América Centenario.
- Qué chinga nos arrimaron – fue con lo que abrió.
- Fue una madriza escandalosa, por donde se le quiera ver – respondí.
- Urge mandar a chingar a su madre a Juan Carlos Osorio… ¡pero a la de YA! – afirmó categórico Tadeo.
- ¿Y por qué con tanta urgencia? – respondí con ironía – si apenas es el primer partido que pierde al timón de la selección.
- Pero nunca tan feo le habían pegado a México. Son una vergüenza los ratoncitos verdes.
- Pero a esos ratoncitos verdes los has defendido a capa y espada. Sigues sus andanzas por el futbol europeo, me cantas cual juglar medieval todas y cada una de sus hazañas con el Porto, el PSV, el Málaga, etc.
- Es que este entrenador pinchurriento los hace ver mal con tanto cambio de jugadores. Más de treinta durante los últimos partidos que ha dirigido. Esa es la causa de que les hayan arrimado la chinga del pasado sábado; como si en su libretita tuviera la receta para jugarle a cada equipo contrario.
Procedí a contarle la historia de Faustino, un subalterno que tuve hace muchísimos años cuando trabajé en el desaparecido Banco del Atlántico. A pesar de ser bien parecido, no se metía con nadie durante horas de trabajo. Solía permanecer ajeno al chismorreo tan común entre los oficinistas de aquella institución; eso le hizo merecedor al calificativo de “sangrón”, antisocial, nerd, rata de biblioteca, etc. A pesar del mal ambiente que los burócratas de aquel tiempo le generaban, siempre se encontraba atendiendo clientes. A pesar de que otros ejecutivos de cuenta ofrecían atender a quien llegaba – buscando llevarse la comisión correspondiente por la apertura de cuentas – quien iba a aquel banco era buscando la atención de Faustino. En una ocasión, tomó una mala decisión que causó pérdidas al banco, y el consiguiente gran enojo de la superioridad. Sus compañeros de trabajo aprovecharon la ocasión para desahogar sus envidias salpicadas de ponzoña. Cada uno de ellos aprovechó para buscar la causa del error de Faustino en lo que de él envidiaban. “Nunca ha convivido con nosotros, se considera superior. A ver si ahora cae en la cuenta de que es un simple mortal”, comentó uno. “De seguro se desmañana para poder venir tan catrín al trabajo. Hacerse ese nudo tan perfecto en la corbata debe llevarle cuando menos media hora”, decía otro. “A cada rato sale en el periódico, en la sección de sociales… por andar de socialitos no se concentró en el trabajo y por eso la regó”, complementaba una de las cajeras. El gerente de plaza me comunicó que pensaba despedirlo. Le pedí tiempo para evaluar de mejor manera la situación. Si bien admito compartir algunas de las envidias que el resto de los empleados de la sucursal le tenían a Faustino, procedí a evaluar la situación de la manera más objetiva posible. Aunque habría que pagar una buena cantidad de dinero al cliente al que hubo que indemnizar por el error de Faustino, el saldo era mucho menor que la cantidad de dinero que circulaba en las cuentas que había logrado abrir en los dos años que llevaba trabajando en la sucursal. De esta manera propuse que se le aplicara una sanción administrativa consistente en que se le redujera el monto de sus comisiones durante un tiempo, para resarcir dicho error. Hubo descontento entre sus compañeros, y mucho. Ellos querían que corriera sangre. No me importó. Sabía que la sucursal que yo dirigía comenzó a ser rentable hasta que Faustino llegó a ella; gracias a los contactos que él tenía en el Club Rotario, el dinero de muchas chequeras llegó a aquel banco...
- ¿Eso qué tiene que ver con lo de Osorio? – Me interrumpió un poco fastidiado Tadeo.
- Que cuando algo te es incómodo en una persona, terminas por envidiarlo y odiarlo. Así que cuando esa persona comete un error o cae en desgracia, afirmas que la causa de dicho error o desgracia es aquello que te incomoda de dicha persona. ¿Te ha sucedido?
- Si – respondió sumamente molesto –, recuerdo que me sucedía con mis padres: cualquier cosa mala que me sucedía, lo atribuían a que yo era vago, a mis amistades, a que la novia que tenía en aquel entonces no me convenía, etc.
- Eso es lo que en este momento está sucediendo con Osorio…
- Pero, ¿qué se le puede envidiar a ese cabrón? – interrumpió molesto.
- Para empezar, no es el director técnico que quiere la prensa…
- ¿Por qué lo van a querer, si es re malo?
- La prensa no te quiere o deja de querer en base a lo bueno o malo que seas, sino a lo mediático que les resultes, mi chavo. ¡Te haces viejo y no entiendes! Si un director técnico no genera polémica con sus declaraciones, no da nota. Si la prensa publica notas a partir de los planteamientos tácticos, no vende: lo que vende es el morbo, el chisme. Por eso la prensa estaba contentísima con Miguel Herrera; su capacidad de meterse en líos, broncas, chismes, producía nota suficiente para llenar las planas de los diarios durante toda una semana. Polémica barata que es la que consume el vulgo, así como tú comprenderás… Un director técnico que se dedica a trabajar no le es rentable a la prensa de calorías huecas que sueles consumir.
- ¡Ya vas a empezar a chingar con eso – se molestó Tadeo –! Además, te voy a decir una cosa: sí realiza la prensa planteamientos técnicos. ¿Cuándo has visto que un equipo realice tantos cambios de un partido a otro?
- De entrada – respondí –, no hay punto de comparación. Me explico: los directores técnicos de clubes trabajan con sus jugadores diariamente durante meses. Realizan rotaciones quizá mayores que las realizadas por Osorio; en interescuadras, partidos amistosos a puerta cerrada ante equipos del Ascenso. Así como Osorio envió un cuadro alternativo ante Jamaica, los directores técnicos de los clubes envían cuadros de suplentes a afrontar algunos partidos de Copa MX y de Concachampions. Tener una formación base toma tiempo.
- Pero los directores técnicos como Lapuente o Tomás Boy, le están dando con todo.
- ¿Y ellos quiénes son? Que Lapuente, que se jacta de ser muy ganador, recuerde que ya le descendió un equipo. Y Tomás Boy nunca ha ganado nada. Es muy mal perdedor. Y así sucedió cuando llegó Menotti y salió Carlos Miloc a colgarse de su fama atacándolo. Lo mismo le sucedió a LaVolpe, quien tuvo en Hugo Sánchez una piedrota en el zapato.
- ¿Y qué crees que sucedió? Entonces Osorio no tuvo nada de culpa…
- Claro que tuvo su parte de la culpa. Osorio olvidó tomar en cuenta una variable en la ecuación táctica, que es el concepto de liderazgo. Jugar en Europa no te hace para nada un líder. Y sin líderes, el equipo se cae en el aspecto anímico. Claro que la regó Osorio. ¿Cómo se le ocurrió salir con Guillermo Ochoa como arquero titular? ¿Qué nunca vio los partidos de la Copa del Mundo? ¿La cara de asustado con la que salía a la cancha? ¿Qué plus te puede dar un arquero que no sale de su área chica? ¿Qué liderazgo va a tener un muchacho al que se nota a leguas que no le hace caso ni su perro? Creo que eso fue lo que olvidó el Sr. Osorio. Creyó que estos planteamientos tácticos los cargó como si fuera a jugar el partido en el PlayStation. No había quién gritara. No hubo alguien que cuando menos, soltara una patada para mostrar vergüenza, como lo ha llegado a hacer Rafa Márquez, sin importarle que después lo tilden de violento o mal perdedor.
- Nomás no te puedo ganar, cabrón – advirtió entre molesto y resignado Tadeo –. Pero todo eso que me dices, respóndeselo a los que salen en los noticieros nacionales…
- Chilangos, Tadeo. Es prensa regional capitalina, aunque de alcance al resto del país…
- Bueno: lo que sea. Respóndeles por Twitter, como me enseñaste…
- Respóndeles tú, no seas güevón. Para eso te enseñé a usar esa herramienta. Usa, si quieres, los argumentos que te acabo de dar. Mañana me cuentas qué te respondieron.
- Está bueno. Total: ¿Crees que corran a Osorio?
- Creo que no deberían – respondí –. De hacerlo, estarían abortando un proyecto serio. Estarían capitulando además, ante el poder de la prensa.
- Bueno: yo creo que sí lo van a chispar. Cuando se sepa la suerte de Osorio, volvemos a hablar.
- Me parece bien. Ahora, debo volver a trabajar. Mañana me cuentas en qué va la novela del entrenador colombiano.
- Órale, pues.
A pesar de todo, me gusta discutir con Tadeo por dos razones: porque siempre le gano y, porque al hacerlo, siento que indirectamente le doy sus coscorrones a aquellas divas del micrófono que se sienten dueños de la verdad absoluta. Siendo sincero, no estoy tan seguro de algunos argumentos con los que lo contradije; el caso era contrapuntear y hacerle ver a mi buen televizombie la otra cara de la moneda.
Si seguirá Juan Carlos Osorio al frente de la escuadra tricolor o no, no es mi decisión. No me consultarán, tampoco a Tadeo ni a ustedes, los destinatarios de este texto. Una vez que se conozca el desenlace de este culebrón, seguro me espera otra conversación futbolera con Tadeo. Seguramente el fin de semana, en la botana.
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