Una persona gustaba de ver televisión todos los días, a toda hora.
En una ocasión, tuvieron que practicarle una lobotomía
cerebral. Tras la cirugía, enviaron lo extraído al laboratorio del hospital; el
encargado, al ver la muestra, procedió a realizar el análisis coprológico.
Al despertar el paciente, le comunicaron el
resultado de la intervención. No entendió nada de lo que le dijo el doctor - nadie
en su condición es capaz de entender el significado de los términos médicos -. Sólo
dijo que estaba bien, y pidió que le encendieran la televisión... ya que iba a
comenzar uno de sus programas favoritos.
* Gracias a mi amigo Jaime Muñoz Vargas por sus valiosos consejos para lanzarme al ruedo publicando microrrelatos.
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