Querido Santos Laguna:
Hoy te encuentras de manteles
largos, de fiesta. Has llegado a tus 30 años. Has alcanzado la madurez, eres
adulto. Comienzas la plenitud fortalecido por tantas y tantas experiencias que
hemos alcanzado juntos.
Aun recuerdo tu gestación, cuando
el sonido local anunció un lejano 6 de marzo de 1983 durante el “Clásico del
Recuerdo” jugado entre los veteranos de tus desaparecidos hermanos mayores:
Laguna y Torreón, que La Laguna volvería a tener futbol profesional. Yo me
emocioné, mientras que otros se mostraros escépticos. Lo cierto es que sí,
venías en camino.
Acudí a conocerte el día de tu
nacimiento, aquel 4 de septiembre de 1983. Naciste con estrella, tu primer día
fue de triunfo. Luchaste y triunfaste, y tu primer año de vida fue de
aprendizaje triunfante. Antes de llegar a tu primer aniversario ya habías
conseguido tu primera presea. Tan pequeño y te encontrabas ya en la antesala de
la grandeza.
Tu siguiente año fue de
angustias, pero te aferraste y lograste mantenerte. A base de lucha, garra y
esfuerzo te mantuviste en tu misma categoría. Después vendrían años mejores en
los que me hiciste soñar con llegar a lo más alto de nuestro balompié… y aunque
te quedaste en la orilla, me hiciste enamorarme más de ti debido a la enorme
actitud de triunfo que mostrabas partido a partido.
Finalmente, en tu quinto
aniversario, llegaste a la máxima categoría. De la misma manera en la que se
fueron tus hermanos mayores, tu regresabas a ocupar su lugar, el de representar
a la Tierra de los Grandes Esfuerzos ante México y el mundo. Los primeros años
fueron duros: eras pobre, eras humilde, pero eras luchón. Ese espíritu guerrero
te logró sacar a flote siempre. Si bien fuiste desahuciado en varias ocasiones,
sobre todo en aquel 1991, tu raza de guerrero y tu espíritu de campeón hicieron
el milagro: lograste mantenerte con vida… y como lo que no te mata te
fortalece, mostraste la casta cual toro bravo que se crece al castigo y lucha
por su vida hasta lograr el indulto
inmortalizante. Y así fue: poco a poco fuiste creciendo, los problemas
de la supervivencia desaparecieron y ahora estabas luchando por llegar a lo más
alto.
Después, me diste grandes
alegrías. En 1994 estuviste a punto de llegar a la cumbre y, aunque no fuiste campeón,
me hiciste festejar como nunca ya que era la primera ocasión en la que me
llevabas a la fiesta grande. Llamaste la atención de muchos que antes no te
hacían caso o se burlaban de tu humilde condición, ellos pasaron a ser tus
admiradores. Yo en lo personal sentía gran satisfacción de ver a mi muchacho, a
mi equipo aun vivo, fortalecido y luchando por llegar a lo más alto.
En 1996 llegaste a la cumbre: en
espera de la navidad de aquel año, me adelantaste mi regalo al darme ese
anhelado campeonato. Lograste unir, alegrar y hacer vibrar a toda esta región
en la que naciste y a la que perteneces. La Comarca Lagunera vivió la más
alegre navidad gracias a ti. Mi orgullo por ti seguía creciendo.
Posteriormente me acostumbraste a
las alegrías: tu y yo nos acostumbramos a ellas. Otro subcampeonato y un
segundo campeonato te afianzaron como un grande.
Posteriormente, vivimos una nueva
crisis cuando tu tutor decidió dejarte volar y equivocadamente te encomendó a alguien
que resultó ser sumamente perjudicial para ti, y a consecuencia de lo anterior recaíste
y estuviste nuevamente grave. Pero gracias a todos tus seres queridos, que
estuvimos a tu lado ayudándote a luchar por tu vida, lograste salvarte
nuevamente. Tu tutor te llevó nuevamente a su lado y costeó tu tratamiento, yo
ahí estuve junto a ti también. Pero más que nada, nuevamente tu espíritu
guerrero y tu casta de campeón te sacaron adelante…. y nuevamente sobreviviste,
te levantaste y poco tiempo después volvías al lugar que te corresponde: a lo
más alto. Un año después, me regalabas el tercer campeonato que hizo que,
incluso quienes te daban por muerto, regresaran a buscarte.
Después pasamos de ocupar aquella
casita modesta pero con calor de hogar, a nuestra suntuosa residencia. Ahí nos
has seguido llenando de alegrías. Nos has acostumbrado a que cada año nos
convidas con uno o dos partidos en los que luchas por el título.
Ahora que llegas a tus treinta
años, tu amado tutor te deja volar. Después de haberte dado las bases para tu
crecimiento y llevado a lo más alto, te reconoce como todo un adulto que puede
volar solo. Las armas para seguir luchando y mantenerte en lo más alto, las
tienes; y confiamos en que mantengas tu actitud de guerrero, ya que es tu
esencia.
En fin: hemos vivido situaciones
difíciles y situaciones de gloria. He estado junto a ti cuando has luchado por
tu vida, así como compartiendo tus triunfos. Quienes hemos estado siempre a tu
lado disfrutamos más cuando llegas a la cumbre, porque estuvimos tiempo atrás
jalando la cuerda para ayudarte a salir del atolladero. Gracias por tantas
alegrías, y también te agradecemos las situaciones difíciles, ya que son las
que nos hacen valorarte y quererte más. Compartimos la filosofía de La Laguna,
juntos hemos vencido tanto al desierto como a los rivales y a todo obstáculo
que se nos ha puesto enfrente. Es por eso que estamos tan unidos y tan
compenetrados, que nos sentimos parte el uno del otro. Muchas felicidades por
estos treinta años, muchas gracias por todo lo que me has hecho vivir. Con la
esperanza de verte seguir creciendo y completando los proyectos pendientes
durante los siguientes treinta años, te regalo estas líneas refrendando mi
compromiso de seguir a tu lado siempre.
Con todo mi cariño.
Tu afición de siempre.
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