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jueves, 5 de mayo de 2011

La riqueza de los amigos

En serio que esto de las redes sociales: tan criticadas por un lado, pero utilizadas por la mayoría, son una chulada. Algunos las consideran una manera de perder el tiempo; otros, una fuente de diversión. Otros como yo, las consideramos como un poco de todo: para informarnos, para llenar momentos de ocio, para expresar puntos de vista y opiniones, así como para mantenernos en contacto con infinidad de personas. Gracias a estas redes he renovado contacto con antiguos compañeros de escuela en todos los grados, así como familiares y amigos que tienen su residencia lejos del terruño. Asimismo, resulta una manera de comunicarme con personas a quienes contactar "en vivo y a todo color" resultaría prácticamente imposible. También, gracias a este mundo virtual en el que a ratos nos sumergimos, he llegado a conocer a muchas personas que en mayor o menor grado, han llegado a influir en mi, y hasta a cambiar el rumbo de mi vida.

El mundo cambia a pasos agigantados, y el mundo de la tecnología nos permite mantenernos mejor informados, y más estrechamente comunicados con tanta gente que de otra manera, por cuestiones económicas o de tiempo, tendríamos prácticamente olvidados. Me explico: es más fácil enviar un mensaje de correo electrónico que una carta, o un anacrónico telegrama; es mucho más económico enviar un mensaje virtual que efectuar una llamada telefónica. Algunos dirán que escuchar de viva voz un mensaje es más cálido que leer un post; otros argumentarán que recibir el mensaje en forma de texto puede administrarse mejor, ya que uno decide cuándo leerlo y responderlo sin interrumpir las actividades que uno efectúa, como sucedería con una llamada telefónica.

Este día que acaba de terminar celebré un aniversario más de mi llegada a este mundo. Decidí festejarlo acompañado de mi esposa, hija, padres y hermanos; discreta e íntimamente. Esa intimidad se vio felizmente invadida por más de un centenar de mensajes de felicitación recibidos electrónicamente: vía Facebook, Twitter, correo electrónico, messenger y SMS. Sin faltar, claro, algunas llamadas telefónicas. Los emisores fueron de todo tipo: familiares, amigos de la infancia, ex compañeros de escuela, compañeros de trabajo, personas que he conocido en el diario andar por la vida. Personas que, sin tener contacto con el mundo virtual, ni cuenta se hubieran dado de lo que festejaba.

Virtualmente recibí felicitaciones, buenos deseos, buena vibra, así como expresiones hacia mi persona que sinceramente no esperaba. Procuré contestar todos y cada uno de los mensajes. Si alguno me faltó de responder, habrá sido por omisión involuntaria.

De esta manera, aunque conviví directamente sólo con mis seres más allegados, sentí como si hubiera ofrecido una fiesta en la que estuvieron presentes más de cien personas que nutrieron mi ánimo y elevaron mi espíritu. Recibí más de cien regalos virtuales que llevaré siempre puestos. Y, lo mejor de todo, siento que estoy presente para bien en la vida de muchos de mis familiares y amigos. A eso se le llama trascender.

Mi cariño sincero a todos quienes son y han sido parte de mi vida. Virtualmente seguimos en contacto.

Gracias.

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