Morrisey: prototipo del
antitaurino
Morrisey |
Hace algunos años solía escuchar
durante mi trayecto nocturno, cuando salía de dar mi cátedra en la Ibero y me
dirigía rumbo a mi casa, un programa llamado “El Canto del Gallo”, conducido
por el ya fallecido Juan Calderón. A pesar de que soy muy poco afecto a los
temas de espectáculos, la charla de don Juan me resultaba sumamente amena. Siendo
sincero, de su charla lo que retengo en mi memoria son sus pláticas sobre
anécdotas personales, algunas muy interesantes; una de ellas fue cuando contó
que él fue de los primeros en tener un programa sobre espectáculos, en el que
se abordaban temas exclusivamente del espectáculo como tal: que si cierto actor
estrenaba una nueva obra de teatro, que si una nueva película, que cierto
cantante estrenaba disco, que si un dueto, en fin: temas referentes a lo que es
el ejercicio de la profesión de estas personas; pues bien, el mismo “Gallo”
Calderón comentaba que lo referente al mundo del espectáculo comenzó a
deformarse cuando algunas “periodistas” como Maxime Woodside y posteriormente Patty Chapoy
comenzaron a hablar más de chismes acerca de la vida privada de los
faranduleros que de lo que éstos realizaban dentro del set o sobre el
escenario. La proclividad a involucrarse en vidas ajenas de quienes carecen de
una vida medianamente interesante fueron tierra fértil para este tipo de “periodismo”,
ya que sacarle la garra a una celebridad es tema de conversación con un mayor
número de personas que el chisme acerca de los escándalos de la vecina o de la
prima o de la mujer problemática del barrio.
Karla de los Ángeles: blanco de resentimientos de Morrisey |
Cuando leo “El Siglo de Torreón”,
diario al que me encuentro suscrito desde hace años, la sección “D” o de
espectáculos es a la que menos tiempo dedico; por salud mental evito en la medida de lo posible leer las
insulsas notas que, acordes con la tendencia actual, ésta contiene: se narra
con detalle la lista de escándalos, adicciones y aberraciones cometidas por las
estrellas y “socialités” que se encuentren de moda, llámense Amy Winehouse,
Miley Cyrus, Justin Bieber, Lindsay Lohan, Kim Kardashian, Britney Spears,
Rihanna, Charlie Sheen, o llámese como se llame el producto farandulero cuyo
consumo se encuentre de moda; el sólo hecho de leer por encimita los títulos de las notas
ahí publicadas – con sus honrosas excepciones, claro está – hacen que mi fe en
el progreso intelectual de la humanidad disminuya considerablemente. A
excepción de una triste página con temas culturales – museos, exposiciones,
conciertos – perdida en el interior de dicha sección, algunos tips sobre
eventos y algunas notas sobre nuevas series, películas o algo similar, el resto
de la misma se compone de temas que resultan intrascendentes para personas con coeficiente intelectual mayor a 10. Pues bien, ayer sábado al hojear dicha sección, me
encuentro con una nota que parece intrascendente, pero que es algo digno de
análisis, y no para analizar el tema que trata, sino el entorno de quien emite
dicha declaración, así como el contexto de la misma. Resulta que en
interiores de dicha sección, aparece una nota – reproducción de la que fue
originalmente publicada por el diario “El Universal” – referente a un cantante
inglés que se anuncia con el nombre de Morrisey con el título: “Le desea 'lo peor' a toreras mexicanas”, en
dicha nota aparecen declaraciones de este cantante en las que “declaró sentir regocijo por las cornadas que la
torera Karla de los Ángeles recibió el pasado 28 de diciembre en la Plaza de
Toros México.”
Aunque no es el objeto de este escrito, no está por demás desmentir lo que
este señor quien, como la gran mayoría de quienes desean la abolición de la
Fiesta Brava, critica lo que desconoce. De entrada hay que aclararle que la tauromaquia no es un deporte; si bien, quienes parten plaza para
lidiar a muerte a los astados deben tener una condición físico-atlética similar
a la de un deportista, esta práctica no es una competencia sino un ritual en el
cual la gente no va a buscar ver derrotado a cierto lidiador, ya que puede
haber ocasiones en las que todos los alternantes salen triunfadores. Acto
seguido hay que seguir recalcando que el término “tortura” no aplica para la
tauromaquia, simplemente recordando que tortura tiene por definición hacer sufrir
voluntariamente a un ser humano
indefenso, ya sea por puro placer (cruel o sádico), ya sea para obtener algún
beneficio como contraprestación de ese sufrimiento (una confesión, una
información, etc.); en este tenor, si el
toro se sintiera torturado, su tendencia sería hacia la huida y no hacia el
ataque acometiendo al capote, muleta o peto. No está tampoco por demás el
repasar la definición del término “asesinar”, que es “Matar a alguien con
premeditación y alevosía”, y por más que los animalistas deseen hacer ver a los
animales como alguien y no como algo, el término asesinar aplica solamente cuando se acaba con la vida de un ser
humano.
Morrisey y su pasado lleno de tribulaciones.
De
entrada hay que preguntarnos, ¿Quién es Morrisey? Steven
Patrick Morrissey (Davyhulme, Lancashire, 22 de mayo 1959)
es un intérprete que ha logrado darse a conocer en base a composiciones «dramáticas,
sombrías, divertidas viñetas sobre relaciones condenadas, discotecas
solitarias, la carga del pasado y la prisión del hogar»[i]
es decir, alguien que compone acerca de escenarios sombríos. Entonces, no
sorprende que este señor, cuyas composiciones se encuentran cargadas de
resentimiento, tenga las reacciones ante la Fiesta Brava arriba mencionadas. Suena
irónico que se manifieste contra el supuesto maltrato animal un hombre cuyos
materiales discográficos se titulan: “Viva Hate” (Viva el odio), “Kill Uncle”
(Matar al tío), entre otros. También es paradójico el odio ante sus semejantes en aras de
una supuesta defensa de sus animales, como sucede en la canción en la que
expresa su odio a la tauromaquia titulada “The bullfighter dies” (El torero
muere), he aquí un extracto:
Hooray!,
Hooray! (¡Hurra!,
¡hurra!)
The bullfighter dies (El torero muere)
Hooray!,
Hooray! (¡Hurra!,
¡hurra!)
The bullfighter diez (El
torero muere)
And
nobody cries… (Y
nadie lo llora…)
Secuelas del resentimiento en la salud
Louise L. Hay |
Louise
L. Hay es una mujer nacida en el año 1927 en la ciudad de Los Angeles, en los Estados Unidos. Tuvo
una vida sumamente complicada e inestable: divorcio de sus padres, abusos
sexuales desde los cinco años de edad, violencia intrafamiliar – física y
sexual –, un matrimonio en el que su marido la deja por otra mujer,
experiencias que hacen de ella una mujer temerosa e inestable. Su vida cambió
cuando se empleó atendiendo enfermos como parte de su trabajo dentro de una
iglesia; en sus anotaciones detallaba la enfermedad física del paciente, así
como los detalles de la vida de cada uno de ellos. De esta manera compiló una
guía que detalla la relación entre las dolencias físicas y sus causas mentales, redactando además una serie de pensamientos positivos para revertir cada una de esas
enfermedades y crear salud. De esta manera sacó a la luz el libro “Sana tu
cuerpo”[ii].
Más tarde, le fue diagnosticado cáncer de matriz; lo que a ella no se le hizo extraño,
debido a los abusos sexuales que padeció en su infancia y juventud. Dada su
experiencia, sabía que el cáncer es una manifestación física de un
resentimiento profundamente arraigado en la mente, y que literalmente devora el
organismo; para curarlo, sabía que debería trabajar en su interior,
principalmente en el perdón. “Si me opero para
sacarme el cáncer y no limpio el proceso mental que lo creó, entonces el médico
seguirá cortando pedacitos de Louise hasta que no haya más Louise para cortar”[iii]. Meses después de trabajar intensamente al respecto,
acudió a la clínica en la que se le había diagnosticado el cáncer para que la ciencia médica confirmara lo que ella ya sabía: el
cáncer había desaparecido. Dada su experiencia de vida, ella comprendió la metafísica
de esta enfermedad para posteriormente ayudar a muchísimas personas a sanarse y
superar sus limitaciones.
¿A qué
viene lo anterior? Pues a que toda persona bien enterada de los avatares del mundo
de la farándula sabe perfectamente que Morrisey padece un cáncer[iv]
que ha ido mermando su salud. Según sus biógrafos, Morrisey experimentó soledad
y depresión durante su infancia y adolescencia[v].
Al igual que Louise L. Hay, las manifestaciones físicas derivadas de sus males
mentales y espirituales le han aflorado.
Tolerancia para una sana convivencia
No
causa sorpresa que una persona tan llena de pesares y resentimientos como Morrisey esparza sus
rencores ante lo que él considere contrario a sus creencias o convicciones. Como
aficionado a la Fiesta Brava y defensor de la misma me doy por aludido cuando
este cantautor manifiesta no sólo su animadversión, sino sus paramales para
quienes gustamos de esta manifestación cultural. Desear dolor y muerte a sus
semejantes sólo confirma ese dolor interno que este señor tiene en sus
entrañas. A diferencia de él, yo le deseo que recupere su salud, que logre sanar sus males; aunque
para lograr eso él requiere, como bien lo dice Louise L. Hay, limpiar el proceso
mental que le ha creado dichos males. Las recientes declaraciones de este británico nos demuestran que, en lugar de emprender el camino rumbo a la sanación, continúa flagelándose.
Lo triste del caso, más que la salud de Morrisey, es que ese sentimiento suyo de intolerancia, odio y resentimiento es replicado por muchísimas personas, quienes se congratulan por las declaraciones del inglés, basados en una supuesta superioridad moral que pretende justificar sus actos; esa intolerancia y ese odio han sido los causantes de los recientes atentados
en París, y muchos otros sucesos igual de sanguinarios, como las purgas estalinistas o la eugenesia nazi. Tener todos los habitantes de este planeta los mismos gustos es prácticamente imposible, ya que lo que a algunos nos agrada, a otros les parecerá mal; así que para lograr una sana convivencia habrá que actuar como lo recomienda el filósofo francés Francis Wolff: “Siempre seremos
bárbaros respecto de alguien; por eso más vale quedarse con: tolerancia hacia las opiniones, respeto a
las sensibilidades y libertad para hacer todo lo que no atente
contra la dignidad de las personas”[vi]. El toreo no atenta contra la dignidad de las personas, el desearle la muerte a un semejante, si.
[i] Gatti,
Tom (25 de junio de 2005). «Morrisey, the musical». The Times.
[ii] Hay,
Louise L. «Sana tu cuerpo». Ed. Urano. 1992. 80 Pp. ISBN 9788479530242
[v] Simpson,
Dave (1998). «Manchester´s Answer To The H-Bomb». "Uncut"
magazine.
[vi]
Wolff, Francis. «Cincuenta razones para defender las corridas de toros». Ed.
Almuzara. 2011. 96 Pp. ISBN 9788492924905
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